Fallecida meses antes de la publicación de la edición castellana de Comprender la diversidad institucional, Elinor Ostrom (1933-2012) se convirtió en 2009 en la primera mujer en recibir en Premio Nobel de Economía. La singularidad de este premio, por añadidura, fue doble, en primer lugar porque la propia Ostrom no es economista sino socióloga, y en segundo lugar porque, a diferencia de la mayor parte de los premiados con este galardón, las teorías de Ostrom se encuadran en el conjunto de corrientes de pensamiento que, de una forma muy genérica, se define como economía heterodoxa.
El extenso trabajo de investigación teórica y de campo emprendido por la profesora Ostrom, en efecto, ha puesto en cuestión algunas ideas sólidamente establecidas en la ciencia económica, como la supuesta necesidad de que el mercado regule el acceso y el uso de los recursos naturales para garantizar su explotación sostenible y racional; el trabajo de Ostrom muestra cómo, en muchas circunstancias, las personas colaboran y se auto-organizan para gestionar colectivamente los recursos naturales —bosques, recursos hídricos, pesquerías— sin necesidad de regulaciones centralizadas, procedentes de los Estados o de instituciones internacionales. En lugar de ello, la autora aboga por un enfoque policéntrico, en el que las decisiones clave sobre la gestión del recurso sean tomadas cerca del escenario y con la máxima participación posible de los actores implicados.
Que el uso compartido y la propiedad común de los recursos conduce necesariamente a su sobre-explotación y, a la postre, a su destrucción, constituye uno de los dogmas de la ciencia económica. Cuando todos los usuarios del recurso común actúan según su interés individual, esta tragedia de los comunes (Garrett Hardin, 1968) provoca ineludiblemente el agotamiento del recurso; la solución a este problema es la imposición de una racionalidad externa, ya sea mediante la privatización del recurso común o mediante medidas políticas o fiscales (por ejemplo tasas de uso) que regulen su explotación. Ostrom cuestiona este enfoque poniendo de relieve las limitaciones del individualismo metodológico para comprender las instituciones. La racionalidad de los seres humanos, nos recuerda la autora, no se sustenta exclusivamente en el seguimiento de los deseos y en la maximización de la utilidad, sino que se enmarca en un conjunto muy amplio de normas y reglas. La gramática de las instituciones desarrollada por Ostrom y expuesta en esta obra constituye un intento de formalizar estas reglas para facilitar su análisis. En sus investigaciones empíricas, la autora ha descubierto que las personas tienden a establecer reglas para limitar y auto-limitar el uso de los recursos, estableciendo fronteras y cupos de explotación y organizando cooperativamente las tareas para su vigilancia y mantenimiento.
Nacida en Los Ángeles, Ostrom ha indicado a menudo que el haber crecido en el contexto de la Gran Depresión orientó su interés por las instituciones cooperativas. Se doctoró en 1950 en la Universidad de California con un estudio sobre las “guerras del agua”, la pugna por el acceso a los recursos hídricos, una temática que ha vertebrado toda su obra y ha sido objeto de numerosos análisis de campo.
La profesora Ostrom ha centrado su actividad docente en las Universidades de Indiana y Arizona; en 1973, fundó con su marido Vincent Ostrom el Seminario de Análisis y Teoría Política, un espacio interdisciplinar orientado al análisis de las instituciones.